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La cirugía funcional de epilepsia puede ser un tratamiento efectivo para eliminar las crisis que sufren periódicamente los pacientes con este trastorno, derivado del funcionamiento anormal de algunas neuronas del cerebro.
La Unidad de Epilepsia del Hospital Sanitas CIMA ha liderado con éxito la intervención sobre un paciente de 50 años con epilepsia desde la infancia, secundaria a una esclerosis mesial temporal derecha, con una media de entre 20 y 30 crisis semanales. Tras la cirugía funcional a modo de lobectomía temporal anterior con amigdalohipocampectomía derecha, el paciente se encuentra libre de crisis epilépticas, sin consecuencias negativas por la cirugía realizada y con una significativa mejora en su calidad de vida. Hasta un 10% de pacientes con epilepsia podría acceder a este tipo de tratamiento.
Las crisis que sufría Enrique José López Abete tenían la apariencia de ausencias: no le provocaban pérdida de conocimiento, pero sí una detención brusca de la actividad sensorial y cognitiva. “Llevaba en tratamiento muchos años, pero no lograba mejorar, siempre me decían lo mismo. Hasta que encontré a la neuróloga Alba Sierra, del Hospital Sanitas CIMA, que me abrió las puertas para abordar mi enfermedad de otra manera y que me ha terminado cambiando la vida”.
El abordaje quirúrgico que la doctora Sierra le propuso a López Abete parte de una sencilla premisa: si eliminamos la zona responsable del inicio de las crisis en aquellos pacientes a los que la medicación no les funciona, eliminamos las crisis. Naturalmente, el planteamiento es mucho más complejo y obliga a un examen detallado, con un análisis pormenorizado y personalizado para cada paciente para determinar la zona epileptógena. Pero una vez establecida esta zona, se puede plantear una resección quirúrgica a medida con total seguridad para el paciente y sin que ninguna otra de sus funciones cerebrales se vea afectada ni comprometida. “Me dijeron que era apto para la operación, aunque lógicamente conllevaba algunos riesgos, sobre todo para la visión. Pero decidí seguir adelante”, recuerda López Abete, que fue operado por el neurocirujano Eduardo Espinosa, también del Hospital Sanitas CIMA. La operación fue un éxito y desde entonces, transcurridos ya más de seis meses, López Abete no ha vuelto a tener una sola ausencia ni ninguna otra crisis epiléptica. La epilepsia es la enfermedad neurológica grave que más afecta a la población joven. Su prevalencia es de 50 millones de personas en todo el mundo y provoca unas consecuencias devastadoras en aquellas personas que la padecen, tanto a nivel personal como laboral y familiar. Normalmente, las personas que sufren epilepsia responden de manera adecuada a la medicación y contienen sus crisis. Pero hay un tercio de esos 50 millones de personas a las que la medicación no les funciona. Eso son más de 16 millones de personas. De estas, hay una mayoría que no podrían ser candidatos a la cirugía, ya que sus crisis epilépticas se originan en una zona esencial del cerebro. ¿Y a cuántas personas podría ayudar esta cirugía? Aproximadamente a 5 millones de personas, el 10% del total de pacientes.
En el caso concreto atendido en el Hospital Sanitas CIMA, un equipo multidisciplinar de profesionales integrado por epileptólogos, neurocirujanos, especialistas en imagen y neuropsicólogos ha consensuado y concebido una respuesta asistencial que comenzó con un profundo estudio del caso, para determinar dónde se producían las crisis epilépticas. “Realizamos una monitorización de cinco días en UCI, retirando progresivamente los fármacos antiepilépticos que toma el paciente para así provocar crisis que nos permitan verlas, conocer sus síntomas y, sobre todo, precisar la zona cerebral en la que se generan”, describe Alba Sierra, jefa de servicio de Neurología del Hospital CIMA.
Una vez que se comprueba que las crisis no se originan en una zona esencial del cerebro, que tenga relación directa con el desarrollo cognitivo, entonces el paciente puede ser intervenido. “Este procedimiento solo es apto para pacientes farmacorresistentes, es decir, en los que se fracasa con un mínimo de dos tipos de tratamiento farmacológico. Estimamos que un tercio de las personas con epilepsia no se cura con medicación. De este tercio, solo se puede operar otro tercio, que es el que no presenta zonas elocuentes que puedan ser afectadas por la cirugía. Es decir, a un 10% del total de pacientes se le podría ofrecer este tratamiento”.
Sierra subraya que es una cirugía segura: durante la monitorización, el paciente está siendo grabado en todo momento y si la crisis dura más del tiempo establecido, el Hospital dispone de un protocolo específico, que evita consecuencias indeseadas. Además, es ejemplo de un auténtico trabajo en equipo. El neurólogo localiza la zona epileptógena, que es la que genera las crisis y determina si hay alguna zona elocuente del cerebro implicada. El neurocirujano recibe información a medida para operar, con la ayuda fundamental del especialista en imagen que precisa cuál es la zona afectada. Sin olvidar el papel del neuropsicólogo, porque lo que se busca es una cirugía que evite crisis pero que tampoco deje secuelas.
La cirugía de éxito en este caso concreto corrió a cargo del doctor Eduardo Espinosa. Las crisis se generaban en la parte interna del lóbulo temporal derecho, debidas a una lesión a este nivel conocida como esclerosis mesial. Transcurridos varios meses desde la realización de la cirugía, el paciente ya no registra crisis alguna; en este caso, el tipo de crisis era la conocida como parcial compleja, que le dejaban desconectado de la realidad y le hacían perder el hilo de la actividad que en ese momento estuviera realizando.
Se da la circunstancia de que, contrariamente a lo que se supone, este tipo de crisis de desconexión son bastante más habituales que las más conocidas, las tónico-clónicas o convulsiones: “Además de afectar a la calidad de vida, tienen consecuencias importantes en el deterioro cognitivo. Esto es especialmente preocupante, sobre todo en niños”.
La doctora Sierra está convencida de que este procedimiento puede ser muy útil en casos de epilepsia resistente, ante la que no parece haber respuesta alguna: “La epilepsia no es solo una enfermedad, son muchas a la vez: cualquier lesión que afecta al cerebro puede acabar en epilepsia. De ahí que sea importante poder ofrecer esta cirugía a pacientes que llevan años sin alternativa y que quizá puedan ser aptos para someterse a esta intervención y cambiar por completo el curso de su enfermedad”.
El paciente López Abete reconoce que la operación le ha cambiado completamente su vida: “Antes era una persona más tímida, tenía miedo escénico, me costaba decir cosas, imagino que por la enfermedad. Ahora me noto con más facilidad de palabra. Me ha pasado algo parecido con el humor, antes era muy irascible y ahora tengo mejor trato, me lo noto yo y todos los que me rodean”.
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